jueves, 21 de marzo de 2024

El Parque de Las Leyendas: 60 aniversario

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*) 

El tradicional Parque de Las Leyendas, una de las entidades más emblemáticas de la capital, inaugurado el 20 de marzo de 1964, celebra seis décadas de fundación. Su magnífica pluralidad arqueológica, botánica y zoológica, ofrece un conjunto singular de atractivos. Es uno de los espacios más visitado del país; millones de concurrentes atesoran incontables anécdotas y remembranzas. Sin duda, está posesionado en nuestra biografía colectiva. 

A mi parecer, este representativo sitio constituye una ventana encaminada a percatarnos con detenimiento de las exuberantes manifestaciones culturales, ancestrales y ecológicas del Perú “de todas las sangres”, al que denominará el genial José María Arguedas como “hermoso, cruel y dulce, y tan lleno de significado y de promesa ilimitada”. Contemplar con espíritu reflexivo lo que brinda, contribuye a estimular el sentimiento de pertenencia. Es una forma de aprender a interpretar una nación observada con lejanía y frialdad desde su principal metrópoli. 

En su gestación participaron cuatro peruanos en particular: el jefe de Estado Fernando Belaunde Terry, el conservacionista Felipe Benavides Barreda, el edecán de la Fuerza Aérea del Perú Enrique Barreda Estrada y la secretaria del despacho presidencial Violeta Correa Miller, quienes sumaron esfuerzos y voluntades para cristalizar un sueño integrado al desarrollo de la urbe. Conciudadanos poseedores de una trayectoria íntegra, virtuosa y enaltecida por impecables credenciales morales esenciales de imitar en estos días. 

Sobre una extensión inicial de 24 hectáreas, cedidas por la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, comenzó la cimentación de su primera etapa (1963). Se compraron 84 hectáreas a la Pontificia Universidad Católica del Perú y se aceptó la donación de tierras de las haciendas Queirolo y Conchas. En 1966, se convocó al norteamericano Robert Everly -considerado una autoridad internacional en el diseño, construcción y mantenimiento de centros botánicos y zoológicos- para elaborar el Plan Maestro. En su honor se creó, durante la presidencia de Enrique Barreto (2004-2006), la Sala “Robert Everly” en la que se exhibieron planos, maquetas, fotografías y documentación histórica de la etapa naciente del parque. Las administraciones arribadas en décadas recientes desmantelaron esta ilustrativa exposición. Eso acontece cuando prevalecen la ignorancia y la apatía. 

La relevancia del Parque de Las Leyendas no solo radica en su valor lúdico, sino en su influyente rol en la conservación de la fauna silvestre, la investigación científica, la educación ambiental y la actividad turística. Así lo aseveró Felipe Benavides, en su artículo “Función social de los zoológicos” (1971): “Casi no hay una capital o ciudad importante en el mundo que no tenga un zoológico. Los zoológicos son indiscutibles centros de unión de la familia; allí se juntan el anciano y los niños menores, promueve la salud y la felicidad del pueblo, ofreciendo, a la misma vez, una oportunidad visual de las riquezas naturales de la patria, del mundo y la forma de defenderlas. En pocas horas muestran al turista muchas de las tradiciones y bellezas que reúne el país”. 

La biodiversidad de nuestro territorio se encuentra asentado en la Zona de la Peruanidad, constituida por la costa, sierra y selva. Una amplia área en donde el visitante logra tener un vistazo regional; además de la Zona Internacional. El Jardín Botánico -cuenta con certificación internacional- y una parte significativa del Complejo Arqueológico Maranga, brindan un alcance excepcional a su recorrido. 

Asimismo, reúne un sinfín de sitios con insospechados entretelones. El Espejo de Agua es un paraje cuya portada está erigida con los adoquines de la fachada de El Panóptico (la antigua cárcel de Lima); la bolichera donada por el magnate pesquero Luis Banchero Rossi; una mina modelo que describe los procesos de la actividad minera; el bello mural en honor a San Francisco de Asís trabajado por los 25 años del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF); el atractivo Pabellón “Celestino Kalinowski” -edificado sobre la estructura metálica del stand de los Estados Unidos de la Feria Internacional del Pacífico- posee una muestra de aves disecadas por este afamado taxidermista y ornitólogo cusqueño; el bambú que puebla la selva fue trasplantado desde las tierras en donde se principió a erigió la Vía Expresa Luis Bedoya Reyes. Esto último por iniciativa de Enrique Barreto quien, además, esbozó, implementó y planificó la Zona Selva que lleva su nombre desde el 2023. 

No obstante, el Parque de Las Leyendas ha sobrellevado la negligencia y codicia proveniente de disímiles esferas. Sus terrenos originales han padecido recortes debido a graduales invasiones; negociantes inescrupulosos pretendieron su concesión y/o privatización a fin de concretar proyectos ajenos a sus objetivos; los periódicos cambios en su dirección ha impedido la continuidad del Plan Maestro; la carente percepción de quienes lo han manejado en los últimos años, ha desvirtuado sus propósitos; presidentes, directores y gerentes habidos en practicar el ignominioso “diez por ciento” de comisión y una elevada plana burocrática han mermado su economía. Esta parte de su dolorosa y vergonzosa historia solo podemos describirla -con evidencias, agudeza y sin medias tintas- quienes hemos tenido un paso honorable y digno en el liderazgo del Consejo Directivo del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. 

Anhelo que los frívolos, pusilánimes e insensibles funcionarios públicos soslayen personificar un obstáculo para su evolución. Lamentablemente los oficinistas, enquistados en confortables despachos, están apartados del quehacer cotidiano del parque y, en consecuencia, permanecen exentos e indolentes frente a sus requerimientos. Se trata de una casta de cuello y corbata incapaz de ensuciarse los zapatos caminando por sus instalaciones con la finalidad de entender la real dimensión de su cometido. Este es el testimonio de las adversidades que debí derribar, superando intrigas y titubeantes actuaciones, para hacer realidad la misión que me impuse. En tal sentido, deseo que la transparencia, la probidad y la vocación de servicio inspiren a sus autoridades. 

Mis mejores añoranzas están vinculadas a esta entidad -con la he forjado el más noble lazo emocional que pueda unirme con una institución- a la que arribé en 1984, al conocer a Felipe Benavides, ese personaje polémico, incomprendido, temperamental e impar. Fui testigo cercano de su incorregible empeño para lograr convertir el parque en una representación del Perú y, especialmente, como enfrentó y venció maniobras estatales, afanes mercantiles y la inopia imperante. Los innumerables recorridos por sus ambientes -durante tantos años- me evocan el esmero, constancia y entrega de sus artífices. 

Rindo tributo a los legítimos y abnegados artífices de su crecimiento y esplendor: sus trabajadores, a los que llevo siempre en mis vivas reminiscencias con intenso afecto y reconocimiento. Tengo hacia ellos inequívocos sentimientos de gratitud y respeto. Este monumental reducto encarna nuestra compleja identidad y ofrece la oportunidad de contemplar, atesorar y apreciar un símbolo del patrimonio de la nación “que tiene escrito en el libro de su historia, un porvenir grandioso”, como anotara Antonio Raimondi.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/


martes, 17 de enero de 2023

Bárbara d’Achille: Reflexiones y desmemorias

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Acaba de salir a la luz “Bárbara, ¿qué ha cambiado?”, editado por el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), del Ministerio de Cultura (Perú), como parte de proyecto “Narradores de memorias”. Un volumen acerca de la vida, trayectoria en la prensa escrita y ominosa muerte -a manos de la agrupación terrorista Sendero Luminoso (SL)- de Bárbara Bistevins Treimanis, conocida como Bárbara d’Achille. La autora es su hija Daina d’Achille Bistevins.

 “Hablar, con la rotundidad necesaria para que se escuche en todas partes y sepamos que eso no se debe repetir nunca más. Eso es también lo que la colección ‘Narradores de memorias’ del LUM pretende: dar la palabra a los que quieran confrontarnos con sus singulares memorias, con sus congojas personales y familiares, para convertirlas en historia de todos nosotros que buscamos tiempos nuevos, con memorias que no atenúen nuestras ilusiones”, aseveró su director Manuel Burga Díaz.

De allí la importancia de este encomiable esfuerzo editorial y la transcendencia del LUM como un escenario dedicado a presentar -con empatía, pluralidad, espíritu crítico y cuidadoso diseño temático- los dolorosos episodios acontecidos durante el conflicto armado interno. Es un espacio de reflexión, debate, tributo a las víctimas y de pedagogía para las nuevas generaciones; está inspirado en el deber de promover la reconciliación de una sociedad lacerada, invertebrada y colmada de apatías y desencuentros.

A través de “Bárbara, ¿qué ha cambiado?” he percibido los impactos emocionales producidos en abundantes compatriotas inmersos en la obligación de meditar, buscar respuestas e intentar aliviar su drama aún vigente. Al redactar estas líneas viene a mi remembranza el dolor de mi amigo Ibo Urbiola Sierra por la pérdida de su padre Gilbert Urbiola Valer -prefecto del departamento de Apurímac- junto con su hermano Lenny, de 12 años de edad, asesinados por SL (1987). Un ser humano íntegro, leal militante y mártir del Partido Aprista Peruano, que consagró su existencia al servicio del bien común sin miedos, ni abdicaciones y, además, dejó el ejemplo de una genuina afirmación de coraje, decencia y convicción democrática; un símbolo de la resistencia civil frente a la crueldad.

“Por eso mi propósito al testimoniar aquí es decir que sembrar y seguir persistiendo con la cultura del odio es irnos al suicidio, incluso es darle más fuerza a la posibilidad de que esto se repita, ya que el odio enceguece a las personas y no se puede percibir la realidad de nuestro país y por qué pasaron los hechos de violencia con nuestros congéneres, hermanas y hermanos, paisanas y paisanos”, dice su autoría.

Bárbara d’Achille (Letonia, 1941 – Perú, 1989) migró con su familia cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) anexó a Letonia y Lituania a sus territorios. Vivió en la Argentina y, posteriormente, llegó al Perú. Se casó con Maurizio d’Achille; residió en Pucallpa e Iquitos y en Manaos (Brasil). Según relata Daina “le gustaban las conversaciones interesantes y leía mucho: ficción, historia y cuando se aficionó más a la ecología, consultaba textos sobre el medio ambiente, a Darwin, etcétera; siempre estaba leyendo, escribiendo o pintando”.

En esta obra encuentro pasajes medulares, concernientes a su aproximación al movimiento ecologista y al periodismo, omitidos o presentados de manera imperceptible. Debo imaginar que no se han incorporado por desconocimiento, exigua indagación o escaso acercamiento a las fuentes primigenias. En tal sentido, comparto precisiones de las que he sido testigo directo y por mi acceso a la documentación respectiva.

En el pie de hoja 20 (página 52) se detalla: “…Gracias a su interés por el medio ambiente conoció a Felipe Benavides Barreda, hombre dedicado al conservacionismo en el Perú. Éste la contactó con Enrique Zileri, entonces director de la revista Caretas, y con Alejandro Miró Quesada, exdirector del diario El Comercio (El Comercio, 2017)”. Igualmente, el antropólogo y fundador de The Lima Time Nicholas Asheshov, indica en las páginas 108 y 109: “Alguien con buen ojo en El Comercio detectó su talento y energía y, si mal no recuerdo fue en el medio donde Bárbara publicó la mayoría de sus historias”. Ambas aseveraciones son incompletas y ambiguas.  

A principios de la década de 1980 se contactó con Benavides (Lima, 1917 - Londres, 1991), un renombrado peruano del siglo XX que erigió trascendentes áreas naturales protegidas como la Reserva Nacional Pampa Galeras y el Parque Nacional del Manu, entre otras; gestó, organizó y presidió el Parque de Las Leyendas; promovió la defensa global de la ballena; contribuyó a la dación de leyes para enfrentar el tráfico ilegal de especies silvestres; gestionó la cooperación económica y científica para salvar a la vicuña de la extinción; ganó el galardón “J. Paul Getty” (1974), la más alta distinción ambiental instituida por este filántropo norteamericano, etc.

Uno de sus iniciales trabajos de investigación fue el pormenorizado informe sobre la situación del Bosque Nacional Alexander Von Humboldt de Ucayali (junio, 1983) para la Asociación Pro-Defensa de la Naturaleza (Prodena) -fundada en 1973 y presidida por Felipe- en la que colaboró ad honorem al incursionar en la esfera ecologista. La segunda organización no gubernamental nacional más antigua de ecología y la primera en afiliarse a la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) y, al mismo tiempo, representó al Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en nuestro país.

Su capacidad para el periodismo motivó que este afamado personaje la recomendara con los directivos de la revista Caretas y luego del diario El Comercio, sus amigos y aliados en sus avatares en salvaguarda de la biodiversidad. Allí asumió la conducción de la página de Ecología. Benavides la asesoró, encaminó, alentó y contribuyó a su consolidación profesional. Esta descripción coincide con la versión expuesta por la destacada periodista Martha Meier Miró Quesada -quien la sucedió en la dirección de esta sección- en su artículo “Bárbara d’Achille en la memoria” (El Comercio, mayo 31 de 2013).

Más adelante, en el pie de hoja 27 (página 59) se comenta: “…Estuvo en Ottawa, cubriendo una conferencia internacional que regulaba el comercio de especies en peligro (Saravia y Wiesee, 2015)”. Al parecer, éstos autores ignoraban que se trató de la Sexta Conferencia Anual de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) -celebrada en esta ciudad canadiense- en la que el gobierno peruano presentó, a través de la delegación oficial presidida por Felipe, la petición para confeccionar telas de fibra de vicuña provenientes de la esquila de animal vivo registradas con la marca “Vicuñandes-Perú” (1987). Esta solicitud -aprobada por unanimidad- posibilitó la explotación sostenible de este valioso recurso andino e influyó en el nombramiento de Benavides como representante de América Latina y del Caribe ante el Comité Permanente de la Cites y vicepresidente de éste (1988).

No obstante, en la página de Ecología se soslayó difundir este magno episodio de indudable alcance en el manejo racional de la vicuña y de beneficio para las comunidades campesinas. En el anexo 17 (página 372) de mi libro “La saga de la vicuña” (1994) incorporo el fax de Benavides al coordinador científico de la Cites, Obdulio Menghi (Ottawa, julio 19 de 1987), que explicaría este mutismo: “La razón de mi pedido es debido a la insistente información de varios testigos de que la señora Bárbara d’Achille, está empeñada en una permanente y difamatoria campaña contra la propuesta de mi país. Esta acción se está desarrollando en las mismas salas de conferencias”. Dicha comunicación advierte su aparente proceder en perjuicio de este anhelado planteamiento que mereció respaldo mundial. Mi publicación revela, a partir de este acontecimiento, los detalles del quiebre irreversible en la vinculación entre ambos.

Durante años se ha pretendido negar, opacar o distorsionar -debido a subjetividades, rivalidades y odios- el prolífico legado de Felipe Benavides; un preclaro visionario cuya valía y dimensión histórica es imperativo evocar. Estas observaciones están imbuidas en la decisión de situar con rigurosidad sucesos inadmisibles de silenciar, lo que no significa rehuir resaltar el inestimable mérito de “Bárbara, ¿qué ha cambiado?” como una contribución enfocada a encarar una herida latente y sensible en la conciencia ciudadana.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

martes, 25 de enero de 2022

Felipe Benavides: Un peruano trascendente en Londres

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Al cumplirse 30 años de la partida de Felipe Benavides Barreda (1991) comparto los entretelones de su estrecha e indeclinable relación con Gran Bretaña que, de forma concluyente, contribuyó a forjar su personalidad, nutrió sus sólidos valores, afianzó su vocación humanista y consagró su inspiración y entrega a las preclaras causas que abrazó al servicio del Perú.

Ésta se originó con el arribo a Londres de su padre, Alfredo Benavides Diez Canseco -renombrada figura del deporte latinoamericano, miembro del Comité Olímpico Internacional, diplomático y ex ministro de Marina y Aviación- como embajador plenipotenciario (1935); en 1936, fue acreditado como representante en los funerales del rey Jorge V y al año siguiente en la coronación de Jorge VI.

Felipe fue trasladado al Sir Edmundo Collage para culminar sus estudios escolares (1933- 1936). Entre 1936 y 1939, cursó su preparación superior en la Escuela de Economía y Ciencia Política de la Universidad de Londres, conocida en inglés como London School of Economics and Political Science. Su progenitor le asignó como tutor al político, periodista, sociólogo y líder del Partido Laborista Británico, Harold Laski. Allí hizo amistades que ocuparon notables responsabilidades gubernamentales como Peter Carington, integrante del Partido Conservador, quien sirvió como secretario de Defensa y Relaciones Exteriores y, además, secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

En aquellos años -y pensando siempre en nuestro país- realizó investigaciones sobre el contrabando de fibras; descubrió sus orígenes, modalidades y las corporaciones dedicadas al embarque de fardos mezclados con vicuña. Después de extensas pesquisas encontró una publicación titulada “The rarer wools” (1935), editada por la compañía textil escocesa “Elgin, James Johnston & Co. Woollen Manufacturer”. Así se origina su involucramiento con este emblemático recurso silvestre al que encaminó sus quehaceres y desvelos. Su intervención en el parlamento inglés fue determinante para prohibir la importación de sus lanas (1971) y, unas décadas después, logró el aprovechamiento de este camélido mediante la confección de telas registradas con la marca “Vicuñandes-Perú” (1987), procedentes de la esquila de animal vivo.

Otro aspecto resaltante de su permanencia en Londres está referido a su desempeño como tercer secretario ad honorem de nuestra legación (1937). El 1 de agosto de 1940 es nombrado canciller interino del consulado en épocas de la Segunda Guerra Mundial. Durante éstos duros padecimientos surgió su afán humanista brindando su colaboración voluntaria al manejar ambulancias y ayudar a rescatar a los afectados por los continuos bombardeos. “La guerra se siente bajos los pies, como si fuera un movimiento telúrico. La guerra es escuchada como el paso de una locomotora, halando interminables vagones. La guerra se mantiene viva dentro del cuerpo, como el latido de nuestro corazón. La guerra huele como si se viviera dentro de una fundición de hierro al fuego vivo”, precisó en su artículo “Londres bajo la guerra: 1939-1945”, difundido el 29 de setiembre de 1989 en El Comercio.

Esta dramática experiencia lo sensibilizó acerca de las implicancias de la naturaleza en la supervivencia de la población. La odisea de este atroz acontecimiento influyó en su inclinación conservacionista. Así lo afirmó a la revista Gente (1975): “…Luego me di cuenta que los miembros del reino animal no tienen ni voz ni voto, y los llamé, la ‘mayoría perseguida’, y considerando los grandes beneficios que el reino animal presta al hombre, pese a lo cual ha sido destruido casi irreparablemente el búfalo o bisonte americano, la ballena está siendo objeto de matanza despiadada y la vicuña casi sufre extinción irreparable. Todo ello, me llevó a luchar en pro de la conservación de las especies animales”.

Benavides anhelaba enrolarse en la Real Fuerza Aérea para servir a la nación que lo había acogido; cooperó con valentía en la liberación de residentes ingleses en territorio alemán y efectuó labores de espionaje. Esta consecuente participación ameritó recibir de la reina Elizabeth II del Reino Unido la “Excelentísima Orden del Imperio Británico”, en el Grado de Oficial de la Orden (OBE), el 3 de julio de 1963.

Años más tarde, cuando estaba envuelto en temas ecológicos, su amigo Felipe de Inglaterra, el 5 de abril de 1966, le escribe una carta con sus preocupaciones sobre al exterminio de las aves guaneras: “…No hay duda que la interrelación entre las aves y de los peces de los que ellas dependen es extraordinariamente complejo y necesita una investigación científica cuidadosa. Sin embargo, el peligro hacia el recurso natural importante producido por las aves, como también a la misma existencia de las aves, como también a la misma existencia de las especies de las aves involucradas, parece llamar a una acción de emergencia”.

Un suceso inesperado facilitó poner a disposición de la patria sus contactos en las altas esferas inglesas al resolver la crisis desatada con la empresa estatal británica que había construido embarcaciones militares para la armada peruana y que ésta no estaba en condiciones de cancelar. En comunicación a nuestro embajador en los Estados Unidos, Fernando Berckemeyer Pazos, del 23 de enero de 1973, dice de lo acontecido: “…Después del total fracaso de Ademar Montagne ante el gobierno de Su Majestad Británica, así como la de su embajador en el Perú, la situación se puso color de hormiga, a tal punto que en la ceremonia (de condecoración) ante los almirantes y mis familiares, el ministro dijo que no era solamente las críticas relaciones entre la Marina y un astillero, sino lo que era aún más serio, entre dos naciones”. La Marina de Guerra del Perú le otorgó la “Cruz Peruana al Mérito Naval”, en el Grado de Comendador, el 16 de enero de 1973. La distinción la impuso su titular, el vicealmirante Luis Vargas Caballero.

El 28 de enero de 1975, recibió del vicepresidente estadounidense Nelson Rockefeller, en la Casa Blanca, el premio “J. Paul Getty” instituido por el reputado filántropo norteamericano con el aval del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). El jurado calificador -presidido por el presidente del WWF, su alteza Bernardo de Holanda- lo nominó entre 525 candidatos provenientes de 42 países, como su primer ganador. El duque Felipe de Edimburgo, el 27 de marzo de 1975, le aseveró: “He estado fuera y perdí las noticias que ganaste el premio Getty. Estoy realmente contentísimo. No puedo pensar en ninguno que haya alcanzado tanto, teniendo que afrontar tales dificultades. Muchas felicidades”.

La admiración del príncipe Felipe es expresada al primer director general del WWF y coordinador europeo del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), Ian MacPhail, en una misiva del 22 de diciembre de 1985: “…Estoy muy complacido en saber que él esta tan activo como siempre. Espero que su especie no esté en peligro, de lo contrario todo el movimiento de conservación colapsaría. La realidad es que él es un espécimen único de esta especie y tiene que hacer cosas a su manera. Le deseo todo el éxito”.

Su avasalladora personalidad envuelta en tenaces luchas, avatares solitarios e hidalgas convicciones lo llevó a retornar a la tierra natal de William Shakespeare para el estreno de la película “Benavides” -creada por Saxon Logan Film Productions Ltd. del afamado cineasta americano Saxon Logan, favorecido con un galardón Emmy- transmitida por el canal cuatro de la televisión británica, a una audiencia de diez millones de personas en Europa, el domingo 13 de enero de 1991. En esta producción dejó constancia de la “hipocresía y la deshonestidad” imperante en el mundo de las cuestiones ambientales.

En aquel lugar se enteró de su destitución de la presidencia ad honorem del Patronato del Parque de Las Leyendas, el más emblemático centro arqueológico, botánico y zoológico de Lima, del que había sido su principal gestor y fundador (1964). Asumió con hidalguía esta sórdida determinación promovida por una camarilla de oscuros adversarios cercanos al residente de Palacio de Gobierno que, con posterioridad, se convirtió en un repugnante dictador. Mientras tanto surgieron innumerables y enfáticas adhesiones públicas, de todos los sectores de la sociedad, por este incalificable despojo.

En la Gran Bretaña que selló su destino, fallece el 21 de febrero de 1991 -cuando se encontraba internado en el Queen Elizabeth Hospital- acompañado de su esposa María Luisa y su hijo Diego Francisco. Así culmina la existencia de un ser humano universal, cuyo legado es patrimonio de todos sus conciudadanos e inequívoco referente moral para los hombres y mujeres de hoy y del mañana. Su recuerdo y valía perdurarán en el tiempo, en la historia y en la memoria de muchos.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

En el Día del Campesino: Reflexiones sobre la vicuña

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*) 

Desde el 24 de junio de 1994, se celebra en la Reserva Nacional de Pampa Galeras -coincidiendo con el “Día del Campesino”- la afamada “Fiesta del Chaccu” -que en quechua significa “captura de vicuñas”- con la numerosa participación de comuneros, turistas y autoridades. Es una hermosa y representativa tradición, cuyos orígenes se remontan a la época de los antiguos peruanos, en la que el pueblo era convocado para perpetuar un ritual a la tierra en agradecimiento a la protección otorgada por los dioses.

Esta conmemoración de milenaria trascendencia cultural es descrita en las documentadas crónicas de Pedro Cieza de León, Bernabé Cobo, Garcilaso de la Vega, entre otros. No se conoce de un despliegue tan profuso de personas -provenientes de los ayllus- y de animales salvajes que armonicen los objetivos de los habitantes locales de preservar una especie y su ambiente. Esta actividad permitía a los aborígenes reunirme y formar un inmenso cerco de arreo de vicuñas hasta acorralarlas para su esquila y posterior elaboración de prendas de vestir para la realeza y sus descendientes.

Un pertinente comentario entre paréntesis en relación al “ayllu”. Según referencia del ilustre historiador, académico y escritor Luis Eduardo Valcárcel Vizcarra, en su artículo “Las comunidades indígenas del Perú”, aparecido en Perú Indígena (1953): “La persistencia del ayllu que para gentes miopes es un obstáculo para el desarrollo económico del país, viene a ser, por el contrario, uno de los medios más eficaces de favorecerlo, pues, en otros países, como Venezuela, Puerto Rico, Brasil, donde se realizan proyectos de mejoramiento social, se tiende a formar artificialmente comunidades de productores. El Perú, por suerte, cuenta con ellas, desde tiempo inmemorial y con una vitalidad y lozanía que auguran un desenvolvimiento que asombrará a las próximas generaciones”.

La vicuña es un admirable exponente sudamericano apreciado por nuestros antepasados, efigie ancestral del universo andino y altamente cotizada por su valiosa y fina fibra la que, por cierto, se ha vendido en 2,500 dólares el metro de tela en los mercados europeos. Este importante género silvestre sigue aguardando convertirse en una alternativa para asegurar el bienestar económico y social de los sectores campesinos.

Hagamos un poco de historia acerca de los entretelones de la exitosa fase de rescate de su extinción. Cuando llegó al Perú el experto británico Ian Grimwood -su población estaba en su más bajo índice- informó de la existencia de casi 5,000 ejemplares, de las cuales 1,000 se encontraban en la zona de Pampa Galeras (Lucanas, Ayacucho). Esa razón, motivó a Felipe Benavides Barreda, presidente del Patronato de Parques Nacionales y Zonales (Parnaz), a negociar la cooperación económica y técnica a fin de implementar la primera área natural protegida de este camélido: la Reserva Nacional de Pampa Galeras (1967).

Durante casi dos décadas se canalizó la efectiva asistencia de la República Federal Alemana para salvar a esta especie con la intención de usufructuar su lana. Se logró llegar a un censo favorable que facilitó al gobierno presentar en la sexta conferencia anual de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) -realizada en Canadá en 1987- el pedido en representación de los integrantes del Convenio de la Vicuña (Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú) para fabricar confecciones "provenientes de la esquila de animal vivo", registradas con la marca “Vicuñandes-Perú”. Sin vacilación se inició una nueva era llena de perspectivas.

Se esperaba que esta autorización -aprobada por unanimidad y que, además, mereció el elogio de organizaciones científicas y ambientalistas mundiales- diera paso a un proceso compartido y conciliado de participación entre las comunidades, las empresas privadas nacionales y el Estado, éste último encargado de la comercialización de las telas. Lamentablemente, como advirtió Felipe “muchas de las grandes causas conservacionistas convertidas en luchas internacionales, tarde o temprano, ingresan al terreno de la desilusión”.

A partir de 1991, se distorsionó este planteamiento encaminado a asegurar su aprovechamiento. Se dictaron erradas, demagógicas e irresponsables disposiciones legales que entregaban al campesinado su tenencia y usufructo y, especialmente, se desmanteló el esquema concedido por la Cites. En consecuencia, la utilidad económica alcanzada hasta nuestros días, es incoherente con las demandas de los actores sociales dedicados a su conservación, manejo y explotación.

La vicuña carece de un sólido marco institucional competente para orientar su destino. Es fundamental que la frívola, pusilánime e insensible burocracia capitalina interprete el sentir de las asociaciones rurales, articule sus demandas y trabaje en favor de sus íntegras aspiraciones. Es momento de empezar las necesarias transformaciones destinadas a su inclusión en la agenda del desarrollo sostenido.

De otra parte, debemos enfrentar las gravísimas consecuencias de su caza furtiva en nuestras lejanas serranías. Es conveniente establecer sistemas de coordinación con la policía, los agentes fronterizos, idear un ordenamiento jurídico estricto e implementar programas de capacitación en las instancias judiciales. Se hace imperioso fortalecer la autonomía y capacidad de gestión de las comunidades para impartir entrenamiento y canalizar financiamiento conducente a enfrentar este drama de indudables implicancias.

Mi homenaje solidario al aldeano de la vieja hacienda, al moderno agricultor y al parcelero que lucha sin desvelos por enaltecer la justicia social. Mi adhesión sincera porque también nos alimentan con su inequívoco ejemplo de empeño, fe y perseverancia. Al respecto, me complace compartir lo expuesto por Luis Eduardo en su escrito “Los problemas del campesinado” (El Comercio, junio 24 de 1955): “En este Día del Indio debe desaparecer ya todo lirismo infecundo: su problema es el del campesino en general que solo puede ser resuelto a la luz de la ciencia y con procedimientos de la más depurada técnica. Está formada la conciencia nacional sobre el valor inmenso de nuestro campesinado que integran más de seis millones de hombres que pueden producir y consumir muchísimo más que hoy, contribuyendo al desarrollo general del país y a su imperiosa independencia económica”.

Por encima de controversias acaloradas, ilusiones incumplidas y legítimas expectativas insatisfechas, la vicuña es un emblema de nuestra peruanidad y, por cierto, denota la ausencia de mecanismos enfocados a insertar un recurso natural de incalculables dividendos en la existencia de miles de hombres y mujeres. Abrazo la convicción que los lugareños andinos perciban compensados sus esfuerzos, entregas y sacrificios para garantizar la supervivencia de este imponente símbolo. Será un noble acto de probidad.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, autor del libro “La saga de la vicuña”, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

Ballenas: Una vez más en peligro

 

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Japón ha anunciado su retiro de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), el foro mundial -firmado el 2 de diciembre de 1946 e integrado por más de 80 estados- constituido para proporcionar una adecuada conservación de las poblaciones de ballenas y posibilitar el desarrollo controlado de su industria.

Su sobreexplotación y la imposibilidad de calcular las capturas sostenidas de este recurso, llevaron a la CBI -cuya sede se encuentra Brighton (Inglaterra)-, a partir del 23 de julio de 1982, a establecer una moratoria que prohíbe su extracción comercial y autoriza solo delimitadas cuotas con fines científicos. Uno de los votos a favor fue de España, una nación ballenera. Otros países balleneros como Brasil, Chile, Islandia y Corea del Sur, opuestos a la decisión, finalmente la aceptaron; Japón, Noruega, Perú y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ejercieron su derecho de objetar esta determinación.

Valiéndose de esa excepción, el Imperio del Sol Naciente extrae entre 200 y 1,200 ejemplares cada año. Según la BBC News Mundo “la decisión de Japón, miembro de ese organismo desde 1951, tendrá graves consecuencias, según los grupos ecologistas, entre ellas que el país podrá cazar libremente especies actualmente protegidas por la CBI, como las ballenas minke”.

Desde su perspectiva, la CBI está comprometida solo en la preservación de esta especie. Un parecer polémico que afecta la especie. Más aun considerando sus antecedentes en relación a su caza con aparentes intenciones de investigación, que han encubierto pretensiones mercantiles. “En materia de ballenas los japoneses tienen fama de ‘atilas’ y el entregarles la licencia de caza exclusiva para capturar ballenas en mar peruano en la década de 1970, fue como nombrar a ‘drácula’ de custodio de niños”, afirmó Felipe Benavides Barreda (1917 – 1991).

Al respecto, recordemos su despiadada depredación en nuestras costas. Todo empezó cuando se descubrió, el 17 de noviembre de 1954, la presencia -dentro de las 200 millas de mar territorial- de la imponente expedición del magnate griego Aristóteles Onassis (1906 - 1975), compuesta por el barco “Olympic Challenger” de 18,000 toneladas y 16 buques cazadores que lograron obtener una ganancia de cuatro millones quinientos mil dólares.

Las reacciones fueron inmediatas: protestas formales llovieron de Estados Unidos, Gran Bretaña, Dinamarca, Noruega y Suecia. El canciller británico Antonhy Eden fue llamado por la Cámara de los Comunes. El gobierno inglés indicó que la escuadra estaba asegurada por la firma Lloyd’s, de Londres y, además, no reconocía el límite de las 200 millas. El mandatario de facto Manuel A. Odría respondió: “Los procedimientos y actitudes asumidos por el Perú, en relación con la flota ballenera del citado Onassis, son actos de soberanía, en cuyo respecto mi gobierno no puede aceptar reservas o reclamaciones”.

La fuerza aérea y marítima peruana neutralizaron la presencia de esta flotilla con bombardeos de advertencia. Los destructores Aguirre y Rodríguez apresaron a los navíos “Olympic Victor” y “Olympic Lightning”. Otros dos buques quedaron arrestados a 40 millas más al sur, frente al puerto petrolero de Talara (Piura). Un quinto estuvo obligado a entrar al muelle. Tiempo más tarde, el empresario vendió por ocho millones quinientos mil dólares su corporación a Kyokuyo Hogei Kaisha Whaling Company.

Benavides evocó estos episodios en su artículo “¿Vandalismo dentro de nuestras 200 millas?”, aparecido en El Comercio, el 11 de abril de 1974: “…Con tres millones de dólares fueron multados, pero el Perú no recuperó las 4,000 ballenas muertas. En el pasado tuvimos una floreciente industria de pesca de cachalotes en la bahía de Pisco. No cerraron sus puertas por quiebra, sino más bien por falta de ballenas. En Paita otra fábrica mataba ballenas azules, el animal más grande que ha existido, quedan hay en el mundo menos de 900”.

Es interesante anotar la importancia de la Declaración de Santiago (1952) suscrita por Chile, Ecuador y Perú, entre otras finalidades, para “cuidar de la conservación y protección de sus recursos naturales y reglamentar el aprovechamiento de ellos, a fin de obtener las mejores ventajas para sus respectivos países”. Igualmente, el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza (1954), rubricada por estas naciones, precisó: “la pesca o caza dentro de la zona de 12 millas marinas a partir de la costa está reservada exclusivamente a los nacionales de cada país”. Estos acuerdos facilitaron a las autoridades contar con sólidos argumentos jurídicos orientados a enfrentar la foránea presencia de la actividad pesquera.

En 1966 llegó al Perú el observador de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), el renombrado piloto norteamericano Charles Lindbergh -conocido como el “Héroe del Atlántico” por su hazaña al ser el primero en cruzar en su avión el océano Atlántico desde Nueva York hasta París el 21 de mayo de 1927- a fin de solicitar al presidente Fernando Belaúnde Terry, su intervención para detener el exterminio de la ballena azul en Paita, donde se había detectado una extracción de 80 especímenes el año anterior.

Durante décadas se han diezmado abundantes géneros en peligro. Así lo acreditan las sórdidas operaciones montadas en Paita (Piura) para exportar carne de ballena Bryde al Japón. Al comienzo de la década de 1970, el Perú suministró el 20 por ciento de las importaciones de carne de este cetáceo al mercado nipón y el 50 por ciento de las adquisiciones de estados costeros con los que la industria japonesa instituyó pactos. Es decir, esta región se convirtió en un elemento primordial de la estrategia asiática para asegurar la provisión de su carne, en vista de la disminución de las reservas en el Antártico y en el Pacífico Norte.

Sobre esta compleja problemática, Felipe en su discurso “Una voz clamando en el desierto” en el Congreso Mundial sobre Vida Silvestre (Johannesburgo, octubre de 1977), dijo: “El exceso de pesca y de caza de la ballena que algunas naciones aún permiten es un asunto muy serio para la supervivencia de los mares. La ciencia marina no ha justificado aún con seguridad la actual destrucción por el hombre de enormes cardúmenes de peces en todos nuestros océanos. Grandes flotas equipadas con técnicas electrónicas ultra modernas tienen el poder de barrer cantidades masivas de peces a expensas de las naciones más pobres. Seamos honestos y fijémonos en las banderas de propiedad de esos modernos barcos pesqueros. También, fijémonos en el destino del pescado capturado”.

Las gestiones para suscribir el Perú la CBI fueron intensas, prolongadas y complicadas: nuestra patria se adhirió el 18 de junio de 1979. Del mismo modo, la Célula Parlamentaria Aprista (1979) presentó un Acuerdo de Cámara -coincidiendo con la visita de inspección de la embarcación insignia de Greenpeace, “Rainbow Warrior”- tendiente a aceptar la suspensión de su cacería y desplegar su activa protección en nuestro litoral.

No obstante, se perdió prontamente el derecho a voz y voto en la CBI por incumplir con la contribución financiera anual. La delegación peruana, que asistió a la reunión del comité científico de la CBI (1982), debió soportar la humillación de solicitar documentos prestados a otras representaciones y, al mismo tiempo, tener que defender sus opiniones técnicas. Una indudable vergüenza que evidencia el desinterés del Estado peruano.

Asimismo, nuestro país ha quebrado las regulaciones en numerosas ocasiones al apresar cachalotes en exceso -por encima de la cuota fijada-, al extraer tallas inferiores de Bryde y no presentar reportes sobre infracciones y datos estadísticos a la comisión. Todo ello, mereció enfrentar acusaciones por exportar de “forma ilegal carne proveniente de animales de tamaño reducido al Japón, quien a su vez la estaba importando en forma incorrecta”.

“Si el Perú quiere beneficiarse algún día de la recuperación de los stocks de ballenas en el Pacífico suroriental es para su interés propio que la CBI sea un instrumento efectivo de cooperación y de regulación internacional. El disminuir la efectividad de la CBI al presentar objeciones a sus decisiones es, a la larga, contraproducente. Por otra parte, se derrota el objetivo mismo de un acuerdo científico internacional”, precisó el informe elaborado en 1982 por el Centro Tinker para Estudios Costeros de la Escuela Rosenstiel de Ciencias Marinas y Atmosféricas de la Universidad de Miami (USA).

La subsistencia de estos majestuosos mamíferos demanda el solidario compromiso de la comunidad internacional; por lo tanto, se hace imperativo respetar la moratoria con el afán de garantizar su existencia en el planeta. Su inteligente aprovechamiento ecoturístico es una opción sostenible a la que debemos apelar en su salvaguarda.

Nunca más actuales las sabias expresiones del afamado poeta, dramaturgo y novelista francés Víctor Hugo (1802 – 1885): “Primero, fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora, es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales”. 

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

¿Vicuñas en el Chimborazo?

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Se han cumplido 30 años de la instauración de la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo (1987), ubicada en las provincias de Chimborazo, Bolívar y Tungurahua (Ecuador). Este admirable y espléndido refugio silvestre, con una extensión de 58 560 hectáreas, reúne excelentes condiciones ecológicas para la vicuña.

 Deseo mencionar los detalles, protagonistas y sucesos acerca de la reintroducción de este camélido. En tan sentido, empezaré haciendo un breve recuento: comprendiendo que la cooperación bilateral es uno de los más eficientes mecanismos para la preservación de los recursos naturales renovables, se dispusieron -desde fines de la década de 1960- contactos entre las autoridades de Bolivia y Perú tendientes a encontrar coincidencias para celebrar un acuerdo enfocado a la recuperación de la vicuña.

Contando con el activo rol de los ministerios de Agricultura de ambos países, se rubricó el Convenio para la Conservación de la Vicuña (La Paz, el 16 de agosto de 1969) por un período de diez años -pudiendo ser ampliado- y quedó abierto a la adhesión a los gobiernos de Argentina, Chile y Ecuador. Este instrumento jurídico prohibió “la caza de la vicuña, así como a derogar todas las disposiciones legales que permite, dentro de sus respectivos territorios, el comercio de sus lanas, pelos, pieles y manufacturas de éstos, cualquiera que sea su origen. Igualmente, se comprometen a impedir el tráfico de los productos de la vicuña procedentes del comiso”. En su cristalización participaron el especialista en camélidos sudamericanos e investigador boliviano Armando Cardozo González (1928 – 2008) y el ambientalista y diplomático peruano Felipe Benavides Barreda (1917 – 1991).

 Uno de los objetivos al momento de promover este tratado, estuvo encausado a incluir al Ecuador y, por lo tanto, lograr reincorporar esta especie en dicha nación. Es así que Benavides, inspirado en su afán de darle respaldo a estas intenciones, logró que la conferencia de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) -desarrollada en San Carlos de Bariloche (Argentina)- sirva de sustentación para suscribir el convenio y empezar con celeridad los procedimientos para erigir un área natural protegida en tierras ecuatorianas.

 En tal virtud, transcribo algunos fragmentos de la carta a su amigo, el secretario general de la Organización de Estados Americanos y ex mandatario ecuatoriano Galo Plaza Lasso (1906 – 1987), del 14 de diciembre de 1973: “…Te interesará saber que he propuesto al gobierno ecuatoriano la creación de un parque nacional o reserva en las cercanías del Cotopaxi. Antaño Ecuador tuvo vicuñas en su andes y mi deseo ahora es devolverlas a su hábitat natural, donde fueron destruidas por el hombre irresponsable. Esa misma área debe de proteger al cóndor, que se encuentra representado en el escudo nacional del Ecuador; pero que, muy lamentablemente, puede desaparecer en los cielos de tu bella, tierra. Fuera del aspecto conservacionista, este parque nacional puede ser un atractivo turístico de importancia, sobre todo considerando que ahora los visitantes a las Galápagos no tienen oportunidad de conocer la fauna y flora ecuatoriana”.

 “He solicitado al gobierno ecuatoriano que se adhiera al Convenio de la Vicuña, firmado por Bolivia, Chile, Argentina y Perú, y así formar parte de los países andinos que defienden y conservan el animal que lleva la lana más fina del mundo, y en el futuro ofrecer a sus campesinos una nueva fuente de riqueza. Tu apoyo para este proyecto será ampliamente apreciado”. De su lectura se desprende su propósito de coadyuvar con el anhelo de reintroducir este camélido y destaca su importancia económica y social.

 Dentro de este contexto, debo resaltar lo expuesto en el informe titulado “Preliminares sobre la presencia y trascendencia de los camélidos en el Ecuador”, de autoría de Cardozo, en el que analiza su evolución desde tiempos del Imperio de los Incas. En el capítulo “Las llamas en los relatos de la colonia” precisa: “…Los camélidos en la relación de cronistas españoles clásicos son comunes, generales y definidos. No sólo se describe su presencia sino también se distinguen las especies. Los sacerdotes Cobo (Bernabé) y de Acosta (José) mencionan claramente las cuatro especies. El P. Acosta en el capítulo XL destaca a las vicuñas que son silvestres y los ‘carneros’ que son ganado doméstico. Aún más discute y comenta que no son las ‘capreas’, como dicen algunos, reconoce la similitud, pero las vicuñas no tienen cuernos, concluye. En el capítulo siguiente se refiere a las otras dos especies: de los pacos y guanacos y carneros del Perú. El P. Cobo, a su vez, cita a las llamas y por aparte escribe: ‘También estaba amojanados los cazadores y cotos del ganado bravo y silvestre, como eran guanacos, vicuñas y venados…’”

 Se habían completado los elementos científicos e históricos y solo faltaba el componente legal y, al mismo tiempo, enfrentar una enorme barrera burocrática para culminar esta misión. Nuestro compatriota planteó al ministro de Agricultura y Ganadería del Ecuador, Raúl Cabrera Sevilla su intención de fundar una entidad conservacionista e incluso tramitar ante el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) la asistencia para establecer el Parque Nacional del Cotopaxi.

 En este aspecto, los esfuerzos de Benavides fueron persistentes. Así lo dejó entrever en su misiva al citado funcionario del 23 de enero de 1975: “…Es mi deseo desde hace algunos años, volver a reintroducir la vicuña en zonas del Ecuador, donde habito en el pasado, pero debido a la insidia del hombre fueron eliminadas de su propio hábitat. Para tal fin, estamos esperando la firma del Convenio de la Vicuña por vuestro país y de esta forma poder iniciar la reintroducción de este valioso camélido en vuestro territorio. Seguramente le interesará saber a usted señor ministro, que en la reserva de vicuñas de Pampa Galeras tenemos actualmente 12 554 ejemplares, habiendo solamente unas 1 200 vicuñas hace unos siete años”.

 Valiéndose de su cercana amistad con el ex inquilino del Palacio de Carondelet, prosigue en sus empeños y en su epístola del 11 de julio de 1975 le dice: “…Es indispensable que Ecuador firme esa adhesión para que yo pueda iniciar las negociaciones para la reintroducción de la vicuña en el área del Cotopaxi. La persona llamada a preparar el documento de adhesión debe ser el señor Augusto Pérez Anda, director del Departamento de Actos y Convenios Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores”.

 También, sugirió elaborar proyectos para obtener del WWF la cooperación orientada a programas de conservación para la vicuña. Quiero recordar que la contribución de la Sociedad Zoológica de Frankurt -que aportó dos millones de dólares por recomendación de su presidente, Bernardo Grzimek- y de la Misión de Cooperación Técnica de la República Federal Alemana ha sido determinante para salvaguardar esta especie en nuestro país.

 Ecuador se une al Convenio de la Vicuña (1979). En 1988 el Perú envió 100 vicuñas -provenientes de la Reserva Nacional de Pampa Galeras (Lucanas, Ayacucho)- de conformidad con la Resolución Nro. 34/85 de este acuerdo que resuelve: “Requerir a los miembros del Convenio de la Vicuña prestar pronta atención al pedido ecuatoriano, así como ofrecer las mejores facilidades posibles para el éxito de su programa”. Su captura, traslado y adaptación fue exitosa y, además, su población se ha ido incrementando: el último estudio (2012) registró 4 824 individuos.

 Así concluyeron con satisfacción las diligencias encaminadas a lograr que esta nación, con la que tenemos un sólido vínculo, logre su reintroducción. El aprovechamiento sostenido de su bella y cotizada fibra será en el futuro una nueva opción económica y, en consecuencia, un aporte significativo para mejorar la calidad de vida de los moradores andinos.

 Sin embargo, aún subsiste el agudo peligro de su caza furtiva debido a la cuantiosa demanda de su lana en los mercados europeos y asiáticos y, especialmente, por existir deficientes dispositivos y ausencia de medios para enfrentar tan lacerante amenaza. De allí la imperiosa necesidad de fortalecer el Convenio de la Vicuña como el marco normativo que encamina las acciones conjuntas llevadas a cabo por cada país dentro de sus ámbitos de influencia. Por desgracia, el Perú es el principal escenario de su cacería ilícita, por albergar la mayor concentración de este preciado exponente de fauna silvestre.

 Mi homenaje a los ciudadanos de nuestra América Latina -citados en esta nota- gracias a cuya visión, desvelo, tenacidad y convicción, se consiguió sacar adelante la importantísima causa regional de la vicuña, superando obstáculos, limitaciones y apatías. Tres décadas más tarde los resultados son esperanzadores y constituyen un símbolo de nuestra ansiada y genuina integración.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda.  http://wperezruiz.blogspot.com/


sábado, 10 de junio de 2017

Vicuñas de aniversario: 50 años de Pampa Galeras

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

El 18 de mayo se han conmemorado las cinco décadas de la creación de la afamada Reserva Nacional de Pampa Galeras, situada en las alturas de la acogedora provincia de Lucanas (Ayacucho). Este hermoso, complejo y quebradizo escenario es el más simbólico en la supervivencia de la vicuña. 

Los entretelones de su fundación están llenos de peripecias que deben conocerse con el afán de apreciar el aporte, el compromiso y la entrega de sus artífices. En tal sentido, existió un filántropo íntimamente vinculado con esta hazaña: Felipe Benavides Barreda, un apasionado defensor de nuestro exuberante patrimonio natural que se consagró a este quehacer y, además, aglutinó -por su avasalladora e incorruptible personalidad- admiraciones, reconocimientos, críticas, odios y bajezas. El Perú tiene una deuda de gratitud con este conciudadano que esparció sin desmayos las principales semillas de los asuntos verdes.  

Siendo discípulo en el London School of Economics de Gran Bretaña (1938) realizó investigaciones sobre el contrabando de fibras, descubrió sus orígenes, modalidades y las empresas dedicadas al embarque de fardos mezclados con vicuña. Después de enmarañadas indagaciones halló en una biblioteca la publicación “The rarer wools” que revelaba que la firma James Johnston & Co. había sido el primer importador de su lana a Europa.   

A su retorno al país viajó por la región andina para verificar la situación de este recurso. A sus manos llegó el único trabajo serio elaborado sobre el comercio de su lana titulado “La vicuña y la puna”, del científico alemán Carl B. Koford y accedió a la dilatada producción legislativa del senador Carlos Barreda Ramos, presidente del Comité Nacional de Protección de la Naturaleza y autor del libro “Los recursos naturales del suelo peruano”.   

Tiempo más tarde, se comenzó a vislumbrar la posibilidad de instaurar el primer refugio de esta especie. Entre junio de 1965 y marzo de 1967, el Servicio Forestal y de Caza del ministerio de Agricultura contó con el asesoramiento de la cartera británica de Desarrollo en el Extranjero representada por el biólogo Ian Grimwood (con amplia experiencia en la organización y conducción de parques nacionales de Kenya y otras naciones africanas). Sus pesquisas señalaron entre 5,000 a 8,000 vicuñas, desplazadas en su mayor parte en Pampa Galeras.   

De modo que, sus estudios sustentaron las diligencias destinadas a erigir esta reserva. La asertiva intervención de Flavio Bazán Peralta y Benjamín Almanza Ocampo, funcionarios del Servicio Forestal y de Caza, posibilitó que los campesinos de Lucanas confirieran una porción de sus dominios para establecer esta zona protegida que alberga aproximadamente el 70 por ciento de su población. El 17 de octubre de 1966, se suscribió el acuerdo por el que esta colectividad otorgó 6,500 hectáreas para implantar la Reserva Nacional de Pampa Galeras.   

En estas negociaciones participó el histórico dirigente de Lucanas, Salvador Herrera Rojas, quien apoyó las tratativas llevadas a cabo por las autoridades de la cartera de Agricultura. Coincidiendo con esta efeméride me complace transcribir lo expuesto en mi artículo “En el Día del Campesino: Un quijote de Pampa Galeras” en su homenaje: “…Luchador infatigable en favor de la conservación, manejo y aprovechamiento de esta representativa especie silvestre, lideró un segmento social que sigue anhelando mejorar sus condiciones de vida a partir de la explotación de su valiosa fibra. Su identificación con esta causa lo convirtió en uno de los promotores de la principal reserva de vicuñas del país, ubicada sobre las tierras cedidas por los habitantes de Lucanas. Supo simbolizar a su comarca en momentos espinosos y contrajo responsabilidades que otros evadían. Ser alcalde, gobernador, juez de paz y presidente de la comunidad en las lejanías del ande, no es una posición en donde existan adulaciones o soberbias. Allí se arriesga la vida, la familia y el trabajo”.  

En este recuento es pertinente evocar la contribución del primer director general del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y comisionado de IFAW Internacional, el prestigioso ornitólogo escocés, Ian MacPhail y de la Sociedad Zoológica de Frankurt que aportó dos millones de dólares por recomendación de su presidente, Bernardo Grzimek. Gracias a la Misión de Cooperación Técnica de la República Federal Alemana arribaron los expertos Rudolf Hoffman y Kai C. Otte, para impulsar la recuperación de este exponente silvestre. Estos renombrados científicos permanecieron diez años y formaron una generación de profesionales dedicados a preservar la vicuña.  

El empeño y liderazgo de Felipe fueron reconocidos por el expresidente Fernando Belaunde Terry. Escribió desde los Estados Unidos, el 3 de octubre de 1977, una misiva en la que consignó estas palabras: “…Tengo que agradecerte una vez más por tu acertado consejo y tu decidida orientación en lo referente a la preservación de la vicuña en Pampa Galeras. Aunque los correspondientes laureles te pertenecen por entero, me halaga que obra tan trascendente se realizara en mi tiempo. Las estadísticas son consagratorias en cuanto al aumento de la población”.  

En Pampa Galeras conviven el camélido sudamericano con la fibra más inestimable del mundo y uno de los más altos niveles de pobreza rural. Una incongruencia de las tantas existentes en la patria de “todas las sangres”. Así también, ha sido el lugar de vastas polémicas y agudas confrontaciones sobre su conveniente explotación sostenible. Por momentos estuvo envuelta en disputas que desencadenaron polarizaciones y facilitaron sórdidas maniobras puestas en práctica por mercenarios del movimiento ambiental, que han convertido esta lúcida causa en una inmoral forma de subsistencia.  

Un episodio nefasto sucedió a finales de la década de 1970, cuando inescrupulosos burócratas del Proyecto Especial Utilización Racional de la Vicuña del portafolio de Agricultura dispusieron la matanza, según el informe final de la Comisión Investigadora de la Conservación y Saca de la Vicuña de la Cámara de Diputados (1985), de 8,045 ejemplares (39 por ciento hembras preñadas). Para justificar esta improcedente determinación, con consecuencia de escándalo, emplearon el absurdo pretexto de una “sobrepoblación”. Años después, las agrupaciones conservacionistas de mayor acreditación global desmintieron las falacias que ampararon este vergonzoso acontecimiento.   

No obstante, el notable aumento de ejemplares facilitó al gobierno -a través de la Comisión Multisectorial de la Vicuña presidida por Benavides- presentar en la sexta conferencia anual de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), realizada en Ottawa (Canadá, 1987), la propuesta para empezar la fabricación de telas "provenientes de la esquila de animal vivo", registradas con la marca “Vicuñandes-Perú”. Esta petición aprobada por unanimidad fue planteada por encargo de los integrantes del Convenio de la Vicuña (Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú) y dio inicio a una nueva era orientada a impulsar su ansiado usufructo monetario. Era el comienzo de una etapa llena de perspectivas debido a la probada rentabilidad de las prendas de vestir producidas con su fibra.   

En lo personal todavía recuerdo mi primer viaje a Lucanas (1986) y la receptividad de sus moradores que confiaron en mí al nombrarme en una asamblea su apoderado, a fin de interpretar sus justas demandas. Un instante elocuente que atesoro en la retina de mis remembranzas es la audiencia concedida por el presidente Alan García Pérez, el 5 de junio de 1987 -por casualidad el Día Mundial del Medio Ambiente- con la finalidad de solicitar la cancelación de la deuda contraída por el estado con la comunidad, al conferir sus predios para constituir esta reserva.   

Los asiduos cuidados ofrecidos por los pueblos de nuestra serranía han sido determinantes para rescatar de la extinción a la vicuña. Ofrecerles una mejor calidad de vida, a partir de extraer su lana, es la deseable y equitativa retribución a sus denodados sacrificios, alientos y esperanzas. Pampa Galeras encarna el renacimiento de este emblema de inequívoca valía económica, cultural y social.    

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

domingo, 8 de marzo de 2015

El premio Getty de Felipe Benavides

Generacción, enero 2015.

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Hace 40 años Felipe Benavides Barreda (1917-1991), un personaje de renombre por sus exitosos avatares en defensa del patrimonio natural, se convirtió en el primer ganador del galardón “J. Paul Getty para la Conservación de la Vida Silvestre” -equivalente hasta nuestros días a un premio nobel- y en el único connacional en obtener tan honroso reconocimiento. Esta nota es un tributo a quien Mario Vargas Llosa llamó “el último de los idealistas”.

En tal sentido, deseo comentar los orígenes, la repercusión y los entretelones de esta distinción. El filántropo norteamericano Jean Paul Getty (1892-1976), propietario de importantes corporaciones petroleras y de un grandioso imperio mercantil, creyó necesario estimular a las personas dedicadas al cuidado de la naturaleza e instituyó este laurel con el aval del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

La convocatoria mereció inmensa acogida y expectativa. En 1974 el jurado lo nominó -entre 525 candidatos provenientes de 42 países- por ser “responsable de muchos avances en la conservación en el Perú y América Latina, y más allá con respecto a especies amenazadas, especialmente, la vicuña y por sus esfuerzos para crear el Parque Nacional del Manu, salvaguardando este frágil vestigio de la desaparición de los bosques lluviosos tropicales de la amazonía. Pionero enérgico que proveyó rayos de esperanza e inspiración para la conservación, notablemente en América Latina, donde se ubica una porción significativa de la herencia biológica del planeta”. Su diploma es la única con la autógrafa del célebre altruista.

El organismo seleccionador lo encabezó el príncipe Bernardo de Holanda, presidente internacional del WWF, e integraron: Robert G. Goelet, presidente de la Sociedad Zoológica de Nueva York; Honrad Lorenz, director del Instituto Max Planck; Bernard Grzimek, presidente de la Sociedad Zoológica de Frankurt; Meter Scout, director ejecutivo del WWF Internacional; Dillon Ripley, secretario del Instituto Smithsonian; Francis Kellogg, presidente del WWF de los Estados Unidos; Anne LaBastille, consultora del WWF; Maurice Strong, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente; Russel E. Train, administrador de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, entre otros.

El acto de premiación estuvo revestido de solemnidades. En ceremonia realizada en la Casa Blanca, el 28 de enero de 1975, el vicepresidente Nelson Rockefeller adjudicó el pergamino. El diario La Prensa (Lima, enero 29 de 1975) informó: “Dirigiéndose a Felipe Benavides, el vicepresidente de los Estados Unidos le felicitó por haber tenido ‘la fuerza que creó reservas para los animales salvajes y parques para la preservación de la naturaleza en el Perú’”. Acompañado de su esposa María Luisa Norlander y del embajador Fernando Berckemeyer, fue recibido por el mandatario Gerald Ford en el Salón Oval.

Este magno acontecimiento llegó a tener alcances mundiales. Los máximos representantes de las monarquías europeas transmitieron sus congratulaciones. El duque Felipe de Edimburgo, el 27 de marzo de 1975, le expresó a Benavides: “He estado fuera y perdí las noticias que ganaste el premio Getty. Estoy realmente contentísimo. No puedo pensar en ninguno que haya alcanzado tanto, teniendo que afrontar tales dificultades. Muchas felicidades”.

El presidente del comité evaluador escribió al presidente del WWF de los Estados Unidos: “Siento muy sinceramente no poder estar con ustedes esta noche para honrar a Felipe Benavides, el ganador del premio “J. Paul Getty” 1974. Sus esfuerzos de pionero en promover cooperación internacional en la defensa de especies latinoamericanas en peligro de extinción y sus infatigables energías en proteger la vicuña y crear el Parque Nacional del Manu, lo ha calificado muy bien para este honor. Su trabajo quedará como un monumento viviente a su desprendida dedicación” (Bruselas, enero 15 de 1975).

Del mismo modo, el jefe de estado norteamericano comunicó sus felicitaciones al creador del galardón: “Fue un gran placer para mí el felicitar al primer ganador del premio Getty, Sr. Felipe Benavides, y escuchar su informe de sus esfuerzos exitosos para salvar a la vicuña de la extinción en el Perú…La conservación y la preservación de la fauna silvestre tiene una alta prioridad, más ahora que nunca, en nuestro país y en todo el mundo. Usted ha hecho una gran contribución a la conservación estableciendo el Premio Getty para la Conservación de la Vida Silvestre. Estoy complacido de que usted tenga la intención de continuar con el premio” (Washington, abril 8 de 1975).

Por su parte, E. de la Garza, miembro de la Cámara de Representantes por Tejas, el 27 de febrero de 1975, pidió a su cuerpo legislativo la anexión del documentado discurso de nuestro conciudadano -pronunciado en la cena de gala celebrada en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA)- en el libro de record del Congreso de los Estados Unidos. Esta solicitud recibió unánime aceptación.

Fiel a su singular estilo destinó los 50 mil dólares del trofeo para el establecimiento del Instituto Paracas. Un centro de observaciones científicas y oceanográficas ubicado a orillas de esta histórica bahía con la finalidad de apoyar la protección de la Reserva Nacional de Paracas; frágil ecosistema marino de las riberas del Pacífico. Al año siguiente es incorporado al jurado, invitado por su alteza real Bernardo de Holanda y Getty, en reemplazo del fallecido investigador Julian Huxley.

También, la prensa local dio amplia cobertura a este evento inédito. La puntiaguda revista Caretas, dirigida por el recordado y valiente periodista Enrique Zileri Gibson (1931-2014), siempre hizo eco de sus acérrimas campañas ambientalistas y reseñó en su edición del 5 de febrero de 1975: “Pero este es un quijote incansable que también se preocupa por las ballenas y los lobos de mar, los cóndores, los monos de la selva y los osos del ande. Y el cruzado finalmente ha creado conciencia de la importancia de preservar nuestra heredad natural. Las razones no son sólo sentimentales. Nuestros recursos renovables están íntimamente ligados al equilibrio ecológico. Este es un factor que ha menudo se desprecia en países del tercer mundo. El necesario afán desarrollista liquida bosques, mares, fauna y flora innecesariamente. Se destruye así lo que en realidad es el primer mundo, dice Benavides, y se atenta contra la supervivencia eventual del propio género humano”.

Este empecinado amante de la naturaleza logró conjugar la ternura con la ciencia y hacer de su impetuoso cometido una causa perseverante, una entrega indesmayable, una bandera en pro del futuro y una revelación invariable de valores en un país herido por un profundo trance moral. Evocar su epopeya es un gesto de entereza en un entorno renuente, titubeante, desagradecido y apático.

Llegó a transcendentes foros como la Academia de Ciencias de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en donde fue presentado como “naturalista natural”. Los campesinos de la comunidad de Lucanas (Ayacucho), propietarios de los terrenos de la Reserva Nacional de Pampa Galeras, lo dieron el título de “presidente honorario”. Siempre se mostró orgulloso y recompensado por este original tributo.

Su enérgico enfrentamiento con la omnipotente flota naviera del multimillonario griego Aristóteles Onassis (1906-1975), que estaba cazando ballenas en nuestra franja costera a principios de 1950, influyó en la determinación de las autoridades para imponerle una severa multa de dos millones de dólares y expulsarlo del mar territorial. Los asiduos entusiasmos de Felipe fueron aplaudidos y alentados por el “héroe del Atlántico”, Charles Lindbergh y, además, por los signatarios de la Convención Ballenera Internacional.

Fundó numerosas áreas protegidas naturales, salvó a la vicuña de la extinción y promovió la utilización de su fina fibra, impulsó la constitución del Parque de Las Leyendas, lideró las más intensas cruzadas para detener la caza ilegal de la ballena, denunció el tráfico de especies silvestres, gestó leyes y tratados globales en salvaguarda de la existencia animal y se consagró a este lúcido propósito, evadiendo desmayos y claudicaciones.

Trabajó sin insinuar remuneraciones, privilegios o cargos públicos. Echó los cimientos del movimiento ambientalista continental y cuestionó crudamente el sórdido proceder del quehacer ecologista que había caído según sus palabras en el “mundo de la hipocresía, la corrupción y la deshonestidad”. A lo largo de su incesante faena ganó batallas, inspiró envidias, cultivó admiraciones, suscitó polémicas, afirmó anhelos, animó conciencias y despertó afectos. Mi cálido homenaje a este peruano íntegro, activo, vehemente y honorable que supo dejar huellas, sembrar esperanzas y abrir horizontes.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/ - http://fbenavidesbarreda.blogspot.com/
"La mayoría de los países están tan solo preocupados en dar soluciones a sus problemas inmediatos, en vez de mirar hacia adelante y prever el futuro de nuestro planeta, como un todo. La destrucción del mundo animal será indudablemente seguida de la extinción eventual de la raza humana”.

Felipe Benavides 
Washington, 1975

domingo, 23 de marzo de 2014

Los 50 años del Parque de Las Leyendas

La Primera, marzo 23 de 2014.

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

El tradicional Parque de Las Leyendas, una de las entidades más emblemáticas de la capital, celebra sus 50 años de fundación. Su magnífica pluralidad arqueológica, botánica y zoológica, ofrece un conjunto singular de atractivos únicos. Sin duda, ésta institución –inaugurada el 20 de marzo de 1964- ha logrado interiorizarse en la memoria colectiva de los limeños. Las añoranzas de miles de compatriotas están vinculadas con su evolución.

Hagamos un recuento para entender los entretelones de su establecimiento. A comienzos de 1960, Lima experimenta los cambios propios de la expansión urbana, la consolidación de pueblos jóvenes, la migración del campo a la urbe y el aumento de las demandas de su población. Estos factores contribuyeron a la reducción progresiva de los espacios para la distracción familiar y el entretenimiento infantil. En América Latina sólo Perú y Ecuador carecían de un zoológico.

Los pormenores que permitieron hacer realidad el Parque de Las Leyendas –el lugar público más visitado del país con 2,7 millones de personas al año- involucró la participación de cuatro peruanos en particular: Fernando Belaunde Terry, Felipe Benavides Barreda, Violeta Correa Miller y Enrique Barreda Estrada, quienes sumaron esfuerzos y voluntades para cristalizar un sueño integrado al desarrollo de la metrópoli.

Sobre una extensión inicial de 24 hectáreas, cedidas por la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, comenzó la cimentación de su primera etapa (1963). Se compraron 84 hectáreas a la Pontificia Universidad Católica del Perú y se aceptó la donación de tierras de las haciendas Queirolo y Conchas. En relación a la futura entrada se empezó la obra desde la avenida La Marina hacia la esquina del estanque Maranga.

Por su parte, Ernesto Gastelumendi –prestigioso arquitecto que participó en este proyecto- en su artículo “Remanso en medio de la agitada ciudad” (1989), aseguró: “Se consideró que para exponer una visión integral del Perú debían estar representados elementos de nuestra cultura en diversas épocas y regiones. En la entrada orientaban al público ocho paneles con el texto y expresiones pictóricas de las leyendas u origen de nuestra cultura, obra del pintor Sabino Springuett, poniéndose así en evidencia la intención del parque”.

Años más tarde se convocó al especialista norteamericano Robert Everly -considerado una autoridad internacional en el diseño, construcción y mantenimiento de jardines botánicos y parques zoológicos- para elaborar el documento de planificación de mayor importancia de esta entidad: el Plan Maestro. Su empresa McFadzean, Everly and Associates había edificado más de mil zoológicos a nivel mundial. La relevancia del Parque de Las Leyendas no solo radica en su valor recreativo, sino en su influyente rol sensibilizador acerca de la conservación de especímenes en peligro de extinción, la educación ambiental y la actividad turística. Así lo aseveró Felipe Benavides: “Casi no hay una capital o ciudad importante en el mundo que no tenga un zoológico. Los zoológicos son indiscutibles centros de unión de la familia; allí se juntan el anciano y los niños menores, promueve la salud y la felicidad del pueblo, ofreciendo, a la misma vez, una oportunidad visual de las riquezas naturales de la patria, del mundo y la forma de defenderlas. En pocas horas muestran al turista muchas de las tradiciones y bellezas que reúne el país”. (“Función social de los zoológicos”, 1971).

La biodiversidad de nuestro territorio se encuentra expresada en la Zona de la Peruanidad, constituida por la costa, sierra y selva. Un amplio espacio en donde el visitante logra tener una visión regional; además de la Zona Internacional. El jardín botánico y el complejo pre inca brindan un alcance excepcional al recorrido. Posee 1,800 géneros de flora, 205 especies de animales y 53 huacas que sugiero aprovechar para desplegar una intensa tarea educativa, cultural y social.

El Parque de Las Leyendas reúne un sinfín de sitios con insospechados anécdotas. El Espejo de Agua es un escenario apacible erigido con los adoquines de la fachada del Panóptico (la antigua cárcel de Lima); la antigua bolichera donada por el magnate pesquero Luis Banchero Rossi; una mina modelo que describe los procesos de la actividad minera; el bello mural en honor a San Francisco de Asís trabajado por los 25 años del Fondo Mundial para la Naturaleza (1986); el atractivo pabellón “Celestino Kalinowski” –asentado en 1966 sobre la estructura metálica del stand de los Estados Unidos en la Feria Internacional del Pacífico- posee una muestra inédita de aves disecadas por este deslumbrante taxidermista y ornitólogo cusqueño; el bambú que puebla la selva fue trasplantado desde los terrenos en donde se principió a erigir la vía expresa que une Lima con Barranco.

Varios museos temáticos ofrecen la posibilidad de conocer nuestra geografía y antepasados, entre otros aspectos consignados a afianzar nuestro sentido de pertenencia; un vagón con la semblanza ferroviaria del país colmado de ilustrativas fotografías, planos y mapas; el novedoso aviario con el alegórico gallito de las rocas; el amplio ambiente Pampa Galeras presenta una cantidad elocuente de vicuñas; y una reproducción de la afamada piedra de Saywite.

Disfrutar de una laguna para paseos en botes, caídas de agua, caballeriza, la ambientación del cuento de Abraham Valderomar “El caballero Carmelo”, auditorios, felinario y áreas de picnic, entre otras novedades, suscitan acudir a este reducto de la peruanidad que forma parte del legado de la “Ciudad de los Reyes”. Un lugar que da la oportunidad de echar un vistazo al inmenso valor del patrimonio ambiental e histórico de una nación “que tiene escrito en el libro de su historia, un porvenir grandioso”, como anotara Antonio Raimondi.

Es imposible recordar el Parque de Las Leyendas sin evocar a su más representativo gestor, fundador y presidente ad honorem: Felipe Benavides (1917-1991). Un peruano que condujo, con honestidad, entrega y esmero, el patronato durante sus períodos más significativos y, además, ganó batallas, inspiró envidias, cultivó admiraciones, suscitó polémicas, afirmó anhelos y despertó afectos. Su reminiscencia siempre estará vinculada al parque de sus ilusiones, desvelos y realizaciones.

En palabras de nuestro memorable ex presidente Fernando Belaunde Terry: “El Parque de Las Leyendas, humildemente, sin alardes ni dispendios, florece en las plantas, palpita en los animales e inspira en los restos y las tradiciones del Perú milenario. Y cada nuevo brote, cada nuevo alumbramiento, cada nuevo hito de peruanidad que allí aparezca, será como un mensaje póstumo del recordado conservacionista”.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/